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sábado, 15 de diciembre de 2012

La noche


La noche

Cuando desperté aún era de noche,
aunque la verdad es que fue de noche durante  todo el día,
fue de noche en las almas
de los trabajadores
de las empresas
de las ciudades
donde el cielo lució su noche.
Durante unos segundos el cielo amagó azules
que se derritieron en un gris
oscuro, opaco, plomizo, pesado,
cargante, monótono y triste, muy triste.
El cielo, como yo, estaba cansado,
tan cansado que apenas llovió,
era demasiado esfuerzo volcar gota a gota
el hastío que provocaba la oscuridad de esta noche
desorientada, confundida y mal colocada
que se coló en la cola de los días
anticipándose a sí misma de una forma grosera,
maleducada y carente de la más mínima compasión
por los rayos de un sol que era necesario,
un sol que era buscado por miles de osados ojos
que obviando la posible ceguera
escudriñaban entre cúmulos y estratos
como gatos callejeros en cubos de basura.
Tan de noche era que mi alma
se puso el pijama antes de llegar a casa,
se lavó los dientes para quitarse el sabor
de los sinsabores del día, perdón, de la noche
transcurrida durante todo el día
y justo en el último momento,
en ese momento en el que vas a cerrar los ojos,
mis ojos te vieron, mi alma te vio,
hasta mi estómago te vio
y en ese preciso momento se hizo de día.

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